viernes, 26 de octubre de 2012
Cuatro Cuerdas
¿Estoy despierto? No
lo sé, pero mis ojos están cerrados. Escucho como afuera el perro corretea a
las gallinas que se escaparon del corral. Escucho también a mi Mamá en la
cocina llamándome, pero… ¿Qué es esta sensación? Mi brazo derecho esta tenso,
es como si hubiera algo adentro de él que quiere salir, que quiere explotar. Ahora
estoy rodeado en un sentir de sueños pesados que me envuelven y me intentan
llevar. ¿Será la muerte? ¿Serán los franceses? Logro abrir los ojos y:
-Pero… ¿Dónde estoy?- fue lo que dije cuando
me senté en la cama.
-¡Hijo vístete rápido y ven a desayunar!
Pronto llegara tu padre, así que apura.-fue la voz de mi madre que se
encontraba parada en la puerta de mi habitación con su delantal blanco y las
mangas de su camisa arremangadas.
-¿Ma…Mamá?- respondí mientras mis manos
frotaban mis ojos.
-¡Apura hijo y vístete!- y se fue de la
puerta a realizar sus tareas.
Al siguiente instante me levanté y fui a
lavarme la cara todo lo que pude para despabilarme. El sol recién empezaba a iluminar
el interior de la casa y sus rayos que entran por la ventana dejan ver todo el
polvo que sale del estante que limpia mi Madre.
En mi mente todavía seguía presente esa
pesadilla, no estaba tranquilo.
Fui hasta la mesa, y mientras ella seguía
limpiando le pregunté:
-¿Mamá a donde fue Papá?
-Pronto volverá. Ten, toma tu desayuno.
No pude terminar mi desayuno que llegó mi
padre, que no acostumbraba a volver por la mañana, entró a la cocina, se sacó
el sombrero de cuero que es el que usa cuando va a la ciudad, luego me tomó de
la mano y me llevó hasta el pequeño salón de nuestra casa en el campo de forma
energética, costumbre de su personalidad y como si fuera a presentarme a una
persona me dijo:
-¡Mira, mira!, aquí tienes tu nuevo violín.
Entonces fue por eso que mi padre fue tan
temprano a la ciudad. Pensé.
Allí estaba, sobre un sillón de mimbre,
desplegado sobre su envoltura de papel, era de tono rojizo y brillante barniz.
No le saqué la mirada de encima hasta tenerlo en mi hombro y saber si estaba
afinado, eso era lo que me importaba.
-Al otro lo vendí, era ya muy chico para ti.
Ahora éste te quedará mejor-. Me dijo mi padre y mi madre le siguió:
-Es muy bello tu nuevo violín, tienes que
cuidarlo y protegerlo mucho-. Con unos ojos tan iluminados por gotas de agua como
nunca antes vi. Mi padre se le acercó, tomó su mano:
-Teresa, el maestro me concedió la entrevista.
Lo iremos a ver en tres semanas.
Mi Mamá, entendía la misión que mi padre
llevaba adelante y por ello soltó una lágrima de sus ojos, se la secó y se fue
de nuevo a sus quehaceres.
Mi padre volvió conmigo y sacó de uno de sus
bolsillos de su chaqueta un papel, era una nueva partitura para mí, pero no
tenia título alguno o nombre del autor, algo extraño.
-Empieza a aprenderte este tema. Que hay
mucho por hacer y poco tiempo por delante.
-¿Poco tiempo?
-¡Sí! En tres semanas iremos a Parma a una
audición, y esta pieza que traje será la que tocarás en frente del maestro. Ya
me voy al trabajo. Tú comienza con eso.
Toda la mañana estuve tratando de memorizar la
primer parte de los acordes. No pensé
más en la pesadilla, pues fue no más que eso. Ahora mi mente pensaba en cómo
sería esa audición y con quién. Trataba de imaginarme el lugar y el camino
hacía esa ciudad que nunca vi, ¿Cómo sería este maestro? ¿Podré escucharlo
tocar?, fueron algunas de las tantas cosas que me pregunté ese día.
Mi padre no me dio muchos detalles, solo se
empeñaba en que aprendiera el tema con el que tocaría en la audición.
La melodía de éste tema era bonita, pero la
verdad no sabía que estilo era, era
agradable escucharla porque me daba una sensación agridulce por sus variaciones
en los cambios de notas de graves a agudas y de agudas a graves.
Durante las siguientes dos semanas me dediqué
a memorizar todo el tema y tocar lo mejor que pudiera. Mi padre estaba conmigo guiándome
siempre, luego de que viniera de su trabajo.
Un día al llegar de su día de labor, y después
de que almorzáramos unos tallarines y gallina de corral que preparó mi madre,
fuimos al pequeño salón de nuestra casa para iniciar con las clases.
Antes de empezar a practicar el tema
principal, hice unos ejercicios de velocidad y quise llevarlo a lo máximo.
Estaba tocando un pasaje del ejercicio, me deje llevar y “track” se me rompe una cuerda del violín. Paré de tocar y quedé
inmóvil, no por lo que vendría después, sino porque mi brazo derecho
experimentaba esa sensación que tuve días atrás en una pesadilla. Era algo que
no podía controlar, todo mi brazo se tensaba tanto que quería explotar, mis
dedos se cerraron con fuerza y deje caer el arco al suelo. No sentía dolor, no
podía gritar, no tenía reacción…pero mi padre si:
-¡Mira lo has hecho! ¡Eres un necio!
-¡¿Cómo pudiste ser tan tonto para romper una
cuerda?!
-¡Ahora tendré que ir a la ciudad de nuevo y
esto…y esto lo pagaras tu, hoy te irás a la cama sin comer!
Quedé sentado en el suelo mirando el arco que
estaba enfrente de mí, todo mi brazo derecho seguía con esa sensación, nose
como describirla ni tampoco sé qué hacer o que pensar. Mi padre fue hasta a su
habitación por su sombrero de cuero, después le dijo algo a mi madre y se fue
de la casa, seguramente a la ciudad por otras cuerdas.
De repente siento unos brazos que me levantan
del suelo, eran los de mi madre.
-Mi brazo derecho esta…esta…
-¿Que tiene tu brazo? me dijo con su voz
dulce de madre.
-No puedo calmarlo…nose que tiene.
Ella fue por una botella del estante, y con
su líquido, que parecía agua, me mojo
con unas pocas gotas las manos mientras las masajeaba.
-¿Estás mejor?
-Si lo estoy-. Le respondí. Instantáneamente
esa sensación desapareció de mi brazo.
-Bueno, no hagas enfadar a tu padre de nuevo.
Ven te ayudare a guardar el violín en su estuche.
Hasta que llegara mi padre yo me pasé un tiempo afuera jugando con el
perro, le tiraba un palo para que lo buscara, una vez que lo
tenía en su boca se alejaba de mi a trotecitos con su cola levantada,
disfrutando que yo fuera en su persecución para quitárselo.
Ya había anochecido para cuando retornó mi
padre, su alta y ancha figura posaba en la puerta, sin decir nada entró y fue a
la habitación donde estaba mi madre rezando, hablaron un poco y se fue para el salón, yo lo seguí por atrás sin
decir nada, sacó el violín del estuche y le cambio no una, sino las cuatro
cuerdas, yo lo miraba un poco sorprendido, porque pensé que solo iba a cambiar
la cuerda rota. Mientras ajustaba las cuerdas del violín y las afinaba, me hizo
una seña para que me acerque a él.
-Bien, ya está listo esto. Aquí tienes tu
violín. Si solo le cambiaba la cuerda rota su sonido no mejoraría en su
totalidad para cuando toques en tu audición. Ahora con estas cuerdas nuevas de
tripas de gato sonará como debe ser-. Me dijo mientras ponía el violín en mis
manos.
-Es lo que necesitarás. Ahora prosigue dos
horas más y luego vete a la cama.
Era verdad lo que decía, el sonido ahora es
mucho más limpio y nítido con estas nuevas cuerdas, es muy grande la
diferencia, me siento feliz a pesar de no haber cenado.
Esa última semana ha pasado muy rápido, llegó
el domingo, día de nuestro viaje. Ya habíamos
almorzado. Yo me encontraba en mi habitación terminando de guardar mi ropa. Mi
madre estaba en la cocina poniendo en un recipiente la comida que llevaríamos
para nuestro viaje. La verdad nose cuanto demoraremos para llegar hasta Parma. Mi
padre se encontraba afuera de la casa amarrando los dos caballos que tenemos al
carro.
-¿Ya terminaste? ¡Apura que tenemos que salir
ahora!- Me gritó desde afuera.
-¡Si, si! ahora voy.
Mientras iba hasta donde estaba mi padre, mi
madre me tomó de la mano.
-Espera que quiero darte algo.- Me decía
mientras se sacaba un colgante de su cuello.
-Esto es para ti, y si te pasa de nuevo lo
del brazo, lo tomas entre tus manos y reza hasta que se calme ¿bueno hijo?
-Si Mamá, no se me olvidará.- Y dejé mi
maleta y el violín un minuto en el suelo.
-Cuídate hijo, te extrañare mucho.
-Sí Mamá, yo también.- Y nos fundimos en un
abrazo de despedida. La verdad nose cuando volvería a verla.
Fui a dejar la maleta y el violín al carro,
tenía dos mudas de ropa, entre ellas la que usaría en la audición. Mi padre fue
a despedir a mi madre, hablaron un poco, se abrazaron y ella le entregó el
paquete con lo que comeríamos durante el viaje. El perro se quedó al lado de mi
madre, siendo ahora su protector, no hizo falta atarlo.
Así fue que emprendimos el viaje para mi
audición, partimos poco después del mediodía con el sol iluminándonos desde
arriba por entre las pocas nubes que habían. Durante nuestro trayecto me ponía
a pensar de nuevo en la ciudad, en mi maestro, ¿qué me tendría preparado el
destino? ¿Podré aprender nuevas melodías con mi violín? ¿Cómo serán los teatros
allá y sus conciertos?, nunca había estado en Parma, y esperaba que sea una
ciudad moderna y linda. El nombre del maestro que nos estaba esperando lo supe
recién durante el viaje, mi padre me lo dijo, era el famoso Alessandro Rolla,
también me contó sobre lo buen músico que era, y también como fue la entrevista
que tuvo con él cuando se presentó a tocar en Génova, me dijo además, que
muchos de los vecinos de esa ciudad ayudaron para que ésta entrevista fuera
posible, eso realmente me sorprendió mucho. Ellos todavía se acordaban de mí.
Transcurrieron más de cinco horas, el sol
seguía guiándonos desde arriba, pero pronto se empezaría a ocultar por las
montañas, mi padre detuvo el carro a la derecha del camino entre unos árboles;
a unos metros más allá podía ver que se encontraba un pequeño manantial. Nos
bajamos los dos.
-Tu ve a buscar leña para hacer fuego, yo
llevaré los caballos al arroyo-. Me dijo mi padre mientras desataba a los
caballos.
Empezaba a hacer un poco de frio. El lugar
donde hicimos la primer y única parada estaba casi llena de arboles, había una
serie de montañas del lado derecho del camino, se podía distinguir como bajaba
el arroyo de agua por ellas, y del lado izquierdo otro par de montañas pero no
tan altas, lugar por donde descendería el sol hasta ocultarse. Elegí ir hacia
la izquierda, veía más árboles secos que del otro lado, por lo que encontraría más
rápido lo que haría falta para nuestro fuego. En mi último viaje para ir a
recorrer leña encontré un pedazo grande de tronco entre el pasto, cuando lo quise
alzar se resquebrajó y de él salieron cientos de hormigas que subieron a mis
manos, adentro tenía un hormiguero. Me sacudí y quité todas las hormigas pero
igual sufrí algunas picaduras, llevé otro tronco e hice el fuego. Traté de
cubrirme las manos para que mi padre no las vieras pero no tuve éxito, se dio
cuenta. La verdad es que mi padre siempre se daba cuenta cuando algo malo pasaba,
ahora que recuerdo, él nos llevó a mi madre y a mí hasta Romairone, porque los
franceses estaban invadiendo desde el norte, por lo que nos fuimos de Génova. Así
que me regañó un poco, luego sacó de una caja de madera un frasco que tenía un
tipo de aceite de color verde oscuro, y me pasó eso por todas las picaduras.
Mientras él acomodaba el fuego y ponía la comida en una olla para calentarla en
unas brazas, empezó a recordar algunas cosas.
-Vaya, siempre te tiene que pasar algo en los
momentos importantes. Creo que tu madre tenía razón al final, que había que
estar muy atento contigo para que no te ocurriera nada.- Al terminar de decir
eso mi padre soltó una pequeña carcajada.
-Todavía recuerdo cuando te agarró sarampión,
no creo que te acuerdes de eso pero yo sí. O sino el día anterior a que tocaras
en la plaza de Génova, que te caíste del árbol de manzano y quedaste con toda
la pierna morada por el golpe y estuviste dos o tres días rengo.
Después de decir eso acomodó de nuevo las
brazas y agregó más leña al fuego. Luego de pensar un poco y con su mirada
siempre fija a esas llamas me dijo algo que siempre recordaré.
-Todo eso te enseña a que debes ser fuerte y
persistir, pues las dificultades e infortunios siguen a todas las personas. Te
has vuelto bueno con el violín y mañana lo demostraras, pero tienes que seguir
aprendiendo pues tu camino aun no está escrito, y el maestro Rolla te podrá
ayudar de ahora en más, si logras hacer que te acepte. Debes prestarle toda tu
atención, respetarlo y hacer todo lo que te diga ¿Entendiste?- Al terminar de
eso me miró a los ojos, esperando mi respuesta.
-Sí, comprendo. Voy a pasar la prueba mañana.
-Bueno, me alegra escucharlo. Ahora ven y
comamos, que nos iremos pronto.
Su forma tranquila y natural de decirme esas
palabras, como si estuviera hablándome de hombre a hombre me dejó una mezcla de
sensaciones por dentro. Era la primera vez que tenía una charla así conmigo.
Para nuestra cena mi madre nos había
preparado unos tallarines con verduras y gallina, era lo que más le gustaba a mi
padre, y también a mí. Mezclar las verduras como el morrón verde, cebolla y
tomate le daba a los tallarines un sabor especial y único, por supuesto que no
quedó nada.
Ya estaba oscuro, así que mi padre preparó
todo para marcharnos y yo apagué el fuego.
Al cabo de dos o tres horas más de viaje, al
fin llegamos a Parma, era una ciudad con bastantes casas de todo tipo, grandes
de dos pisos, pequeñas, nuevas o antiguas. Las ventanas de ellas se iluminaban
por las llamas de las velas del interior de esos altos cuartos. También pasamos
por la plaza principal, podía ver que quedaban unos pocos comerciantes en ella.
Paramos en una casa de dos pisos, mi padre se bajó y tocó la puerta principal,
quien de ella atendió una señora mayor.
-Buenas noches don Antonio, leí la carta,
pueden quedarse a pasar la noche aquí. Pon los caballos al fondo, hay pasto y
agua para ellos.
-Si señora, le agradecemos su gentileza.
Fuimos por atrás de la casa a dejar allí los
dos caballos, luego volvimos con nuestras cosas para entrar por la puerta
principal, saludé a la señora que estaba todavía esperando en la puerta y nos
hizo pasar. Cruzamos un largo pasillo y pude notar un salón del lado izquierdo,
en él había un piano negro, también una mesa grande con ocho sillas y un juego
de sillones. La señora nos llevó hasta nuestro cuarto que quedaba arriba.
Dejamos las maletas en un costado de la habitación y el violín encima de una
cama, y luego la señora nos trajo dos tazas de té con un pedazo de pan.
-Tomen esto para que calienten un poco sus
cuerpos. No quiero que se enfermen por el viaje.
-Muchas gracias.- Fue lo que dijimos los dos.
La habitación, iluminada por las velas de dos
candelabros, era bastante grande, habían cuatro camas en total, también tenía
un ropero inmenso, en el centro una pequeña mesa redonda de madera con tres
sillas y en una esquina cerca de la ventana un sillón.
Cuando terminamos de tomar el té que nos dio
la señora, mi padre me hizo sacar el violín, para ver que estuviera en perfectas
condiciones para mañana. Toqué una sola vez el tema.
-Bueno, ahora puedes guardarlo y acostarte.
Mañana partiremos antes del mediodía.- Fue lo último que dijo esa noche.
Al otro día un sueño me despertó antes que
él, baje hasta el baño y luego fui para la cocina, allí estaba la señora
calentando agua para el desayuno.
-Buenos días.- Me dijo
-Buenos días señora.- Le respondí todavía
bostezando.
-Te levantaste temprano. ¿Dormiste bien?
-Sí, intenté dormirme de nuevo, pero no pude.
-¿Por qué?- Me preguntó ella
-Por un sueño.
-Cuéntame, ¿qué fue lo que soñaste?
-A mi madre, ella estaba en su habitación
rezando, era de noche, pero podía distinguir claramente su figura por la luz de
la luna que entraba por entre las cortinas de una ventana, y de esa misma luz
apareció un ángel. Su figura era celestial y pura como el agua de manantial. Le
había dicho algo a mi madre y yo pude distinguir que no llevaba una lira como
los padres dicen que tienen, sino un violín. Cuando quiero mirar cómo era ese
violín que llevaba en sus brazos, el
ángel y mi madre giran sus cabezas hacia mí notando que estoy ahí mirándolos, y
me desperté en ese momento, no alcance a ver el violín. ¿Nose qué puede
significar?
-Déjame que yo te diga. Para mi tu madre reza
por ti en las noches, te debe querer mucho. Por eso te visitó en tus sueños,
para que la recuerdes y no olvides que te ama. El ángel que la visitó debe ser
seguramente tu ángel de la guarda, ella le encomienda a él tu protección.
-Puede ser, no lo había pensado.- Le respondí
a la señora que amablemente me sirvió el desayuno.
Cuando terminé mi desayuno mi padre bajó de
la habitación, luego le pedí permiso a la señora de la casa para que me dejara
ver el piano que noté la noche anterior en el salón. Me dijo que en ese piano
su hija aprendió a tocar desde muy pequeña, y que ahora los miércoles y viernes
viene su nieta para seguir los mismos pasos. Cuando mi padre acabó de desayunar
me llevó a la habitación a tocar una vez más el violín, antes de hacerlo en la
audición. Luego de eso preparamos todo y nos vestimos elegantemente para ya
marcharnos de la cálida casa en la que pasamos la noche.
Después de despedirnos de la amable señora
nos dirigimos rumbo a la academia del maestro que se encontraba al otro lado de
la ciudad.
Ahora con la luz del día podía ver los
distintos colores de las casas de la ciudad, había mucha gente por las calles,
personas que iban a sus negocios a trabajar o personas que salían a comprar los
productos de aquellos comerciantes. Vi a algunos perros esperando en las
puertas de algunos negocios para recibir alguna sobra. Realmente la ciudad era
diferente durante el día.
Al fin nos detuvimos en la academia, la
entrada estaba custodiada por dos columnas y un pequeño portón, a los costados dos árboles mirándonos con sus hojas, creo que
eran de lima o talvez de limón.
Tocamos la puerta y nos atendió el criado quien
nos llevó hasta el cuarto principal donde se encontraba el maestro. De afuera
se podía pensar que la academia era un lugar pequeño, pero por dentro era todo
lo contrario.
Nos hicieron esperar en un pasillo y a los
pocos minutos nos recibió el maestro.
-Buenos días don Paganini, me alegro de
verlo.- Le dijo a mi padre.
-Buenos días maestro Rolla, es un honor para
nosotros estar aquí. Le respondió mi padre.
-Ah! Pero si tú debes ser Nicolo, mucho
gusto.- Me dijo
-Mucho…, mucho gusto maestro.- Fue mi
respuesta media torpe.
-Pasen al estudio por favor.
Entramos, era un salón amplio, con un solo
gran ventanal que se encontraba atrás del escritorio del maestro. En los
costados se podía ver toda clase de instrumentos, algunos no los conocía. Debió
conseguirlos durante sus giras por todo el mundo, me decía a mí mismo. El suelo
era todo de un alfombrado rojo intenso.
-Será mejor que empecemos.- Dijo el maestro
Rolla.
Yo saqué mi violín y mi padre puso la
partitura en el atril que estaba en la habitación. El maestro se acercó donde
yo estaba y me dijo:
-Espera un poco, quiero que me cuentes algo
primero. Supongo que te sabes bien el tema que está en este papel, pero dime
¿qué opinas de él?- Refiriéndose la canción que estaba por tocar.
-Sus melodías hacen que sea agradable a los
oídos, aunque no es ni lo demasiado lenta para una sonata, o lo demasiado
rápida para un allegro.- Fue lo que le respondí con cierta timidez.
-Y dime, ya que no tiene titulo el tema, ¿qué
nombre le pondrías tu?
-Emm, Agrio y Dulce.- Le dije luego de
pensarlo un poco.
-Sí, encajaría perfecto, me gusta el nombre.
Bueno, esto no lo necesitaras.- Quitó del atril la partitura.
-Ahora sí, puedes comenzar.
Mi padre estaba sentado en un costado mirando
y escuchando todo, yo estaba de frente al maestro que se había sentado en una
silla, y el criado estaba parado al lado de él. Empecé a tocar lo más
concentrado que pude y cuando terminé el maestro me pidió lo siguiente:
-¿Podrías tocar ahora la misma pieza pero
usando diferentes ritmos? Elígelos tú y a tu gusto por favor-. Un pedido extraño
fue éste, la verdad.
-Está bien.- Le respondí
Cerré los ojos, y empecé. Me dejé llevar por
la melodía de la canción, subí el ritmo en la mayoría de las partes y en otras
las bajaba. Tocar con libertad ese tema me daba una hermosa satisfacción por dentro.
Lo disfruté.
Cuando terminé de tocar vi que el maestro
estaba de pie mirándome con sus ojos bien abiertos. Luego se dirigió a mi padre y esto fue lo
que le dijo a él:
-Don
Antonio Paganini, seré sincero, debo rechazarlo, no hay nada que yo pueda
enseñarle a su hijo.
Continuará
Nota de Autor
Este
escrito es en conmemoración al nacimiento del gran violinista italiano, Nicolo
Paganini (27 de octubre de 1782 – 27 de mayo de 1840). Es decir, este relato está inspirado en él. Que además de ser
virtuoso, fue inspirador para otros artistas en todas las épocas. Su legado
queda guardado para siempre a la humanidad.
Quiero
además dar las gracias a aquellas personas que me ayudaron en muchas formas a
llegar hasta este lindo momento, a Van Ale, a La Bestia de Cartago del Eze y a
Victoria E. Thx!
p/d: Ya esta registrado con derechos de autor, así que no se hagan los vivos o serán chirleados por toda la eternidad.
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