sábado, 27 de octubre de 2012

Honduras del Tiempo

Nota de autor: Reeditando relato...

  Mucho más allá de un pueblito  ubicado en la provincia de Salta, siguiendo por un camino de tierra y piedras en medio de la nada pero a la vez lleno de naturaleza, existe una pequeña casa, construida en adobe y rodeada por algunos árboles frutales y una huerta.  Esa casa solo tiene dos habitaciones y en una de ellas duermen tres jóvenes que llegaron ese mismo día en una camioneta para cumplir con una misión. En la otra, don Faustino habla en vos baja con su mujer.

  -Estos niños aventureros, se piensan que lo mejor sería que, de la nada, la vida les otorgara algo para su felicidad. Si Josefa, estoy molesto. Pero de todas formas tengo que ayudarlos.     

  Estos jóvenes vinieron de muy lejos, incentivados por un mapa que el abuelo de uno de ellos le entregó poco antes de morir. Ese mapa contenía las rutas y caminos secretos por donde transitaron los carruajes con todos los objetos de valor de las familias que iniciaron el famoso éxodo hacia Tucumán durante el avance de los realistas que se hallaban, en esa época, en la provincia de Jujuy, se decía que había un total de veinte carretas completamente cargadas.

  El sol iluminó a todos en la casa para que despertaran, era el día en que marcharían en una de esas aventuras que quedan guardadas en la memoria de uno por siempre. El marido de Josefa usó a una mula que tenía para cargarla con las mochilas de los jóvenes, que pretendían pasar la noche en el monte. Ya tenían todo lo que necesitaban, una carpa, dos brújulas, linternas, ropa de abrigo, también una escopeta, machetes, entre otras y por supuesto, el mapa. Dejaron en la camioneta algunos objetos, como sus celulares o billeteras, ya que no servían en un lugar tan inhóspito como ese.

  Los cuatro se pusieron en marcha, iban caminando a paso moderado por un sendero que rodeaba uno de los tres cerros del lugar. Durante el trayecto, los muchachos contaban a don Faustino algunos eventos por los que tuvieron que pasar antes de llegar hasta la casa de él.

  -¿Usted don Faustino, no tiene hijos? Dijo Emanuel, el mayor de los tres.

  -Si joven, tuve tres varones, pero ya todos se marcharon para la ciudad con sus mujeres.

  -Ah, ¿y lo vienen a visitar seguido?

  -De vez en cuando vienen mis nietos con algunas flores.

  -¡Miren allí! ¿Es un pavo?.- Dijo Horacio, otro de los muchachos.

  -Si joven, ¿por qué no lo cazan para la cena?.- Recomendó don Faustino

  Todos se detuvieron en ese momento sin hacer ruido alguno, Emanuel cargó la escopeta y caminó sigilosamente unos metros para tener en la mira al pavo, bastó un solo disparo para que quede tendido entre la maleza,  todavía habían un par de plumas por el aire, Javier, el más chico de los tres, fue a recogerlo. Iba a ser una buena combinación para el almuerzo con las tortillas que tenía en su mochila.

  Los jóvenes decidieron que debían parar para comer recién cuando hayan atravesado el cerro. Pobres, pensaron que eso les llevaría solo la mañana, caminaron más de 8 horas hasta que don Faustino les señaló el final del trayecto para el que fue contratado.

  Allí estaban sentados entre unas rocas los cuatro, fatigados de tanto andar. Era muy claro que ese era el lugar que los jóvenes estaban buscando, pues el mapa señalaba un punto en donde un arroyo se divide en tres y precisamente, en frente de ellos estaba un arroyo que se dividía en tres.

  Luego del largo  y merecido descanso,  aprovechando todavía la poca luz que le quedaba al día, limpiaron el lugar donde pasarían la noche, la fogata ya estaba encendida con el pavo asándose. Cuando terminaron de comer, don Faustino, que pronto se iría a su casa, les pregunto a los jóvenes:

  -Ahora que no está presente mi señora, ¿me pueden decir realmente lo que están haciendo aquí, en medio de la nada? La historia del viaje de estudio geográfico se lo guarda mi señora pero yo no, ¿porque no me dicen la verdad?.- Fue lo que les dijo con su mirada apagada por los años.

  -Está bien, se lo contare.- Dijo Emanuel ya resignado.

  -Mi abuelo me dejó este mapa, que contiene rutas secretas por donde transitaron las carretas del famoso Éxodo Jujeño. Esperamos hacer algún descubrimiento, y bueno, aquí estamos.

  -Creí que el general había quemado todos los mapas.

  -¿Cómo dijo don?

  -Nada, nada. Creo que ustedes están aquí por ambición propia, es natural en el hombre, pero guarda muchachos, que todo tiene un límite y si lo pasan, no podrán volver para atrás, no tendrán tiempo para enmendar todo el mal que dejaron por el camino de sus vidas, afectando a sus seres queridos, y habrá sido demasiado tarde para cuando se hayan dado cuenta.

  Los tres escucharon atentamente las sabias palabras del viejo hombre antes de que se marchara de nuevo con su mujer.

  Durante la noche los tres conversaban sobre los pasos que darían al siguiente día, estaban tan esperanzados de poder encontrar algo en ese lugar que durmieron muy poco, además de todo lo que implica dormir en medio del monte les fue difícil conciliar el sueño.

  Al día siguiente,  se encontraban en marcha, habían optado ir por el costado de una vertiente, la zona era la más llana de todas, por lo que pensaron que por allí seria un camino accesible para pasar con carretas atadas de caballos. Esta vez, hicieron una parada al mediodía, almorzaron comida enlatada que tenían, y al terminar, siguieron a paso firme.

  Mientras uno hacía disparos durante el trayecto, otro se topo con un pedazo de madera ovalada, sorprendidos siguieron buscando pistas y encontraron, al costado de unas rocas, una rueda de madera. Ilusionados siguieron caminando buscando aquello que tanto anhelaban. Uno pudo distinguir a los lejos, entre unos árboles, una estructura que no se adaptaba al lugar. Mientras se hacían paso entre la maleza, vieron que también habían unos baúles dispersos cerca de aquello. Felices, siguieron avanzando y cuando estuvieron a punto de llegar, de un costado se oyó la voz de un hombre.

  -¡Vosotros! ¡Deteneos inmediatamente! ¡¿Qué hacéis en este lugar?!

  Los tres muchachos exhalaron de adentro sus almas del susto al tener ahora en frente a un hombre fornido, de un metro ochenta y cinco o noventa de alto, vestido con una chaqueta azul con botones dorados, en el pecho se interceptaban dos bandas de color blancas, tenía un sombrero redondo con escarapela y un pequeño penacho blanco, su pantalón, también blanco, se ajustaba a las piernas por dentro de unas botas negras, y se amarraba en la cintura a una faja roja, y los más impactante para los aventureros, el sable tan brillante que sostenía en una mano. Sin duda alguna, esa figura presente era un soldado con vestimentas de aquella época.

  -¿Queréis esos baúles no es cierto? ¡Pues no os entregaré! ¡Estos tesoros serán usados cuando la patria los necesite! ¡Mi regimiento y yo no os permitiremos llevar nada! ¡Ahora marchaos de aquí!.- Fue lo que les dijo en tono amenazante a los jóvenes que se encontraban, hasta ese momento, paralizados.

 Cuando terminó de decir eso el soldado, los muchachos dieron media vuelta y se marcharon rápidamente de allí dejando caer la escopeta y el mapa.

  Durante la noche no pararon ni para dormir, siguieron caminando. A pesar de que se perdieron algunas veces, recuperaron el sendero por el que fueron con don Faustino en la ida. Realmente no deseaban permanecer ni un minuto más ese monte.

  Cuando al fin divisaron la casa, notaron algo raro. Dudaban que esa fuera la misma casa en la que habían pasado la noche, pero allí estaba la camioneta como prueba irrefutable.

 Pero ahora, la casita que los albergó era una ruina del tiempo, los escombros yacían por todos los costados, no había  árboles de frutos, nada.  En cambio solo tierra árida y unos cuantos cráneos de animales. Y donde estaba la huerta, unos pequeños jarrones con flores amarillas y velas consumidas, posando junto a dos grises lápidas.

FIN


1 comentarios:

VictoriaE dijo...

Hola, Leonardo:
Acabo de leer tu último relato y me ha gustado mucho :-)
El comienzo está bien logrado ya que sitúas al lector en el lugar dónde transcurrirá la historia.
Lo importante del primer párrafo es que generas preguntas en el lector: ¿Quiénes son los tres jóvenes? ¿Cuál la misión que quieren llevar a cabo? ¿Tendrán una relación buena con el matrimonio o son peligrosos?
Ahora bien, el relato está centrado en un hecho histórico: El éxodo Jujeño. Eso está muy bien porque el relato histórico me gusta y lo aúnas con el relato de aventuras. Podrías explicar algo más para que los lectores como yo que desconozcan la historia de Jujuy puedan entender lo que ocurre luego en el final. Por ejemplo: ¿Quiénes son los realistas?
El final está muy bien rematado pues impacta: “… dos grises lápidas”. Parece que los aventureros han estado en un bucle del tiempo ;-)
¡Bravo!